El practicante que aprendió sobre felicidad y dinero - Cuento de Negocios - Overflow.pe

El practicante que aprendió sobre felicidad y dinero

Un profesor ingresó al aula donde nos daría una clase más de Marketing. Lo venía haciendo desde hacía dos meses. Siempre intenso, cordial, casuístico, y hasta voluble cuando alguien quería "bajarse" sus lógicas emocionantes. Todos aproximadamente de 19 o 20 años, nunca habríamos imaginado que, aquella noche veríamos a otro ser frente a nosotros.

Estaba como en una fase de remordimiento, frustración, quizá tratando de entender cómo no pudo ver venir lo que con tanto dolor apareció en su vida. Bueno, todos esperábamos la pasión de siempre acerca de las ventas, la publicidad, el mensaje, los productos y los servicios y hasta escuchar -como siempre lo hacía- alguna historia brutalmente constructiva acerca de algún emprendedor.



En lugar de ello, nos contaría algo chocante. Uno de sus alumnos, ya egresado, pasó de practicante a remunerado en menos de 1 año. Mostró todo lo que pudo y logró aportes significativos en una gran fábrica. La Universidad, en la feria laboral reciente, lo había acercado con el área de recursos humanos y fue, como "amor a primera vista".

De algún modo este joven entendía el negocio, le habló al entrevistador de las estrategias que faltaban, dejándolo perplejo. Tanto que luego de algunos meses, le contaban -al mismo tiempo que lo ascendían- que su idea había sido aprobada como un proyecto central del área de marketing y él estaría en el equipo de soporte. Pero, los resultados y la pasión por su aporte, hicieron que el proyecto se independizara del negocio central y su Jefe lo sugirió como Gerente General de ese nuevo enfoque, quedando a cargo de la estrategia de integración vertical que la empresa abordó.

La vida le cambió. Se motivó totalmente. Y hasta antes de que sus amigos lo dejen de ver, lo disfrutaron celebrándolo todo. Pero su pasión no le bastó, no le calzó, no le dio soporte. Se enfrentó, a tantos cambios en su vida, que dejó de vivir la vida que siempre había querido y comenzó a "vivir a cuenta" -en palabras de nuestro profesor algo así como acelerar el futuro y verlo todo como un gasto que "no importa yo, puedo hacer".

Sacando cuentas, sobre el caso que nos contaba, el profesor hablaba de un joven con no más de tres años o quizá cuatro años más que nosotros, y de una historia emocionante que terminó mal.

¿Pero qué pasó? Yo veía a mis compañeros dispersos, pocos interesados en el final previsible, y la mayoría preguntando sobre cómo lograrlo. Y también veía la cara de preocupación de mi profesor, que no sabía exactamente qué recomendar. Respondía como en "automático" y de pronto - mirando la vacío como si estuviese viendo todo el "proceso"- nos dijo: Compró una casa, se casó, viajó, adquirió todo tipo de cosas y finalmente terminó endeudado, angustiado y medicado, sobre todo cuando perdió el trabajo, ya que no podía dormir y eso le hizo mucho daño.

Y de pronto, al fondo una de las chicas más impactadas levantó la mano y dijo con un tono rebelde que nunca olvidé: "¿Entonces, estuvo mal? ¿Osea, si ganamos lo que nos merecemos, o buscamos ganar mucho más dinero...? ¿Estamos así de mal?

Cuando se quedó en silencio esperando al profesor, todos volteamos en grupo a ver la respuesta. Él lo intentó pero tuvo que respirar y sentarse. Pensamos que ella, replicaría, pero como todos, tuvimos paciencia en escuchar. Entonces, unos segundos después, y con un gesto entrecortado dijo solo esto: "Pasó de ganar pasajes, a percibir un sueldo de 50,000 soles mensuales"

¡Mierda! ¡Yo quería esos 50,000! ¿Por qué a mi no me pasan ese tipo de cosas? - Fue lo primero que pensé, mientras el susurro se esparcía como humo de cigarro por el salón... ¡Como humo de cigarro! - Ese que disfrutas solo si disfrutas fumar.

"Queridos alumnos" - añadió, y aún tengo el recuerdo como en un vídeo clavado en la mente - "La felicidad vinculada al dinero, necesita personalidad y cuidado emocional, tanto como la felicidad que tienes, cuando no tienes nada".

Y no dijo más, tomó sus cosas, salió apurado, y luego de cinco segundos, cuando todos tenían cara de ¡Qué carajos pasó!, volvió a entrar, - Nos asustó- dijo "Perdón", retiró un USB del computador del salón y jamás lo volvimos a ver en el semestre.

- ¡No es para tanto!
- ¡Yo con los 50,000 me quedaba tranquilo!
- ¿Será verdad? ¡No creo!
- ¿El profe se quemó saben no? ¡Para mi está safado!

Así, cuando nos dimos cuenta, nos tocaban la ventana de la puerta y tuvimos que salir a empujones con el siguiente grupo que ya tenía cinco minutos de retraso.

A la semana siguiente, otro profesor nos dio las clases, y todos nos olvidamos del asunto, cuando saliendo de una reunión de trabajo, me encontré con la chica de la "pregunta reclamo" y, entre risas y recuerdos, tras un abrazo breve de reencuentro, nos preguntamos qué sería de aquel chico... y de nuestro profesor.

 

Escrito por: Sergio González.



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