A veces, en la vorágine del día a día, me he encontrado tan enfocado en cumplir con mis objetivos que he olvidado detenerme y reflexionar sobre algo esencial: qué hacen los demás por mí.
Considero que este es un “pensamiento herramienta” capaz de ayudarte a desarrollar tu ser de forma muy impactante.
Es fácil caer en la trampa de la competitividad, donde cada conversación parece estratégica y cada relación, un intercambio superficial. Sin embargo, he descubierto que abrir los ojos a las acciones de los demás, esas que muchas veces pasan desapercibidas, puede transformar mi perspectiva de la vida y del trabajo.
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Entender qué hacen los demás por mí genera empatía hacia ti mismo y los demás para iluminarte.
La vida puede negarte salidas para ser quien deseas ser, al apreciar qué hacen los demás por mí, he logrado ver más allá de mis limitaciones, pensamientos de dolor y situaciones que me cierran ante los demás.
He aprendido de los demás, a reconfigurar qué significa la vida que quiero vivir. Estos puntos compartidos son un primer paso, considéralos como algo base desde donde saltar hacia mejores espacios de felicidad iluminada.
1. Reconocer los valiosos gestos de apoyo.
En el trabajo, un compañero que me ayuda con un detalle técnico o que comparte una solución que no había considerado está haciendo algo valioso por mí.
Al principio, no lo veía, pero ahora entiendo que estos gestos son una forma de cuidado y colaboración que merece ser reconocida y como mínimo agradecida. ¿Qué hacen los demás por mí en el trabajo? Cuando me ayudan a resolver problemas con sus ideas y conocimientos me doy cuenta de sus valiosos gestos de apoyo.
2. Valorar la intención detrás de las acciones.
No todas las ayudas son evidentes ni vienen en forma de grandes gestos y por supuesto necesitamos aprender a reconocer las “ayudas que no ayudan” sin que esto suponga que mi dolor (traumas, dudas, heridas no resueltas) están bloqueando a una persona.
Volviendo a aquello qué hacen los demás por mí, he reconocido que muchas veces, una palabra de aliento o una pregunta sobre cómo estoy pueden cambiar mi día, siempre que valore la intención.
He aprendido que estas acciones no solo reflejan interés, sino también empatía y solidaridad y debo estar siempre listo para vibrar en armonía para detectarlas y recibirlas como herramientas positivas para lograr cambios de mi estado emocional .
3. Identificar la importancia de los equipos.
En el trabajo, me he dado cuenta de que no estoy solo, aunque la vida de un emprendedor implique muchos aspectos relacionados con la soledad.
Sin embargo, los equipos existen para apoyarnos mutuamente, pero eso solo funciona cuando todos reconocemos el valor de lo que cada uno aporta.
Entender esto me ha permitido fortalecer mis relaciones laborales y contribuir con mayor entusiasmo aun desde un rol de liderazgo que lo siento más sano porque pienso mejor en qué hacen los demás por mí, desde cada rol de mi equipo de trabajo.
4. Apreciar la experiencia compartida.
Cuando alguien comparte su conocimiento o experiencia conmigo, no solo me está ayudando a resolver un problema, sino que también me está dando una parte de su tiempo y esfuerzo. Esto me ha llevado a ser más agradecido y a buscar maneras de devolver esa energía recibida con más alegría.
5. Abrirme a recibir apoyo emocional.
Sí, es un asunto personal que muchas veces no estamos dispuestos a “abrir” en el trabajo o en nuestro negocio con los demás.
Pero lo cierto es que cuando razono en qué hacen los demás por mí, concluyo que no solo se trata de ayuda técnica o profesional aquello que me ayuda a encontrar el balance en mi vida, considerando que mi vida entera se consume en el horario de trabajo día a día y eso hasta puede estresarme.
He descubierto que mis amigos y compañeros me ofrecen algo aún más valioso: apoyo emocional. Escucharme, entender mis frustraciones y estar ahí cuando lo necesito son acciones que, aunque parezcan simples, tienen un impacto profundo en mi bienestar.
6. Fomentar un clima de confianza.
En un ambiente laboral competitivo, puede ser difícil confiar en los demás.
Sin embargo, he aprendido que abrirme y demostrar gratitud por la ayuda recibida crea un efecto positivo desencadenante, contagioso y que retorna a mí como un boomerang energizado cuando “cierro el ciclo con armonía”.
Poco a poco, esto fomenta un clima donde las personas se sienten más cómodas ayudándose mutuamente y cuando concluyo que todo partió de revisar qué hacen los demás por mí y devolverlo en todo sentido, me hace muy feliz.
7. Practicar habilidades blandas para fortalecer relaciones.
Las habilidades blandas que hace poco repensé como habilidades humanas gracias una nueva lectura en la que me encuentro me volvieron a reconectar con la importancia de apreciar qué hacen los demás por mí.
De hecho, soy formador en ellas para equipos de trabajo y cuando las considero incorporo en los diálogos constructivos habilidades como la comunicación asertiva, la empatía y el trabajo en equipo.
En este campo no solo mejoran mi desempeño y el de los equipos que me rodean, sino que también me permiten reconocer y valorar mejor lo que los demás hacen por mí. Estas habilidades son la base para construir relaciones sólidas y colaborativas.
8. Reenfocar mi perspectiva hacia la gratitud.
Finalmente, he descubierto que entender qué hacen los demás por mí no solo me llena de gratitud, sino que también transforma mi manera de ver el mundo. En lugar de enfocarme en lo que falta o en lo que podría ir mal, ahora me esfuerzo por apreciar lo que ya tengo y las personas que me rodean.
Al reflexionar sobre todo esto, siento una inmensa felicidad. Reconocer el valor de las acciones de los demás me ha ayudado a encontrar más armonía en mi vida personal y profesional. Más allá de los logros individuales, la verdadera plenitud radica en las conexiones humanas y en la capacidad de construir juntos un entorno donde todos podamos crecer.
Y en lo personal enfocarme en qué hacen los demás por mí me ayuda a controlar el ego, dejar de bloquear con angustia a los demás, y dejar de pensar en que el mundo está contra mí.