En la vida y en los negocios, tarde o temprano, llegará el momento en que tengas que enfrentarte a otra persona para intercambiar opiniones, ideas, conceptos y tomar decisiones importantes. Puedes optar por la postura de no competir con nadie y aislarte en las conversaciones a pesar de que escuches y tengas una posición definida. O puedes interactuar con todo lo que ello supone.
Más allá de lo anterior no te quedes sin argumentos al momento de responder y ello incluye actitudes, selección de palabras y por supuesto, además de tu capacidad innata para saber conversar correctamente, no te alejes de la buena conducta y el previo aprendizaje.
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No te quedes sin argumentos
Un argumento viene a ser una o más ideas organizadas que parten desde premisas válidas, para confirmar, dar certeza o intentar convencer. Cuando “nos dejan callados” sin poder decir más sobre algo, se dice que nos dejaron si palabras, o se nos acabaron los argumentos.
¿Por qué no debo quedarme sin argumentos cuando busco exponer algo?
No se trata de una posición emocional por cuidar, o de un asunto de egos cuando nos quedamos sin argumentos. La razón de procurar encontrarlos es simple: eso demuestra que no dominas todas las aristas de una temática determinada y necesitas trabajar mucho más en tu adquisición de conocimiento, razonamiento lógico y dominio del idioma.
Del mismo modo, argumentar con éxito, sin “abofetear con las palabras” o “irse por las ramas”, hace que no te quedes sin argumentos para resolver asuntos de vital importancia en tu negocio o en tu vida.
Construye argumentos sólidos e integrales.
Algunos emprendedores temen el momento en el cual deban responder “sobre la marcha” ante una exigencia por argumentar en medio de una conversación y por ello, evitan interrelacionarse, delegan la comunicación y crean mayores riesgos en la ejecución de las acciones.
Argumentar es parte de la comunicación en cualquier idioma, porque en el fondo expresa inteligencia por dar y recibir, tanto como una oportunidad de integración.
La construcción de un argumento sólido se inicia antes de que sea necesario expresarlo. Implica tener el criterio suficiente para describir la realidad observable, ser objetivos, investigar y ponerse de lado de la problemática por resolver o ser independiente al expresarse.
Sin un sustento adecuado para cada palabra que se brinde, los argumentos pueden transformarse en simples condicionales, chantajes emocionales o palabrería sin sentido.
No te quedes sin argumentos frente a una interacción que exige velocidad
Una de las posiciones más complejas donde necesitamos tener mayor control sucede cuando nos enfrentamos a los momentos donde la presión nos exige tomar decisiones importantes.
Existen 2 momentos muy interesantes y convenientes para demostrarte a ti mismo cual es la mejor decisión y acción por tomar: Cuando ocurre la demanda de todas tus capacidades, y luego de que todo entró en un proceso de calma.
Más por lo general, “perdemos el timón” y dejamos que argumentos sin sustento nos ganen porque no queremos sentir riesgos, sinsabores emocionales o miedo al fracaso. Al no experimentar otros escenarios, perdemos la noción de que “nada debería ser para ayer” y que todo puede necesitar “tomarse el tiempo” para meditarlo mejor.
No te quedes sin argumentos cuando el escenario en tu negocio, te está presionando, justamente allí es donde debes ser constructor firme y no caer ante argumentos ágiles que suenan bien, pero que no te dan tiempo a confirmar.
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Un argumentador experimentado no pierde el control
No deberíamos utilizar el hecho de manipular a otro para que emocionalmente se descontrole, sin embargo, muchas veces sucede que, nuestras palabras, o las que recibimos, nos llevan a elevar el tono de la voz, subir el ritmo cardíaco, eliminar la interacción de nuestras habilidades blandas y centrarnos en imponer nuestras ideas a cómo de lugar.
No te quedes sin argumentos al perder esa pausa, naturalidad y autogestión emocional que te ayudan a exponer la postura e imagen adecuadas al argumentar. Es un punto a favor que ayuda mucho a la sostenibilidad de un objetivo argumentativo, que el expositor sepa transmitir sus ideas, aún en medio de un estado de ánimo a punto de conmocionarse.